El gobierno “libertario”
¿Cambio
histórico o nueva frustración?
Lazarillo
25/5/2025
Índice
II.- ¿Un
plan económico dirigista o liberal?
1) ¿Cómo
piensa el equipo económico del gobierno?
3) La
restricción de la oferta monetaria (deflación)
4) El
ajuste fiscal y el superávit fiscal primario
5) El
costo financiero directo de subsidiar el tipo de cambio
IV.- Las
consecuencias económicas del programa “libertario”
1) Los
efectos de la sobrevaluación del tipo de cambio sobre la economía real
2) La
grieta entre los liberales de la economía real y los liberales - financieros
V.- ¿El
liberalismo político es parte del problema?
1) La
organización política liberal del Estado argentino
2) El
hiper-presidencialismo tributario de
facto
3) El
abuso del poder tributario
4) El
liberalismo político y el ejercicio del poder presidencial
5) ¿Las
formas atentan contra la libertad de expresión?
1) El
descalabro económico no tiene ideología
2) ¿La
crisis requiere delegar más poder en el Ejecutivo?
3) ¿Está
capacitado Milei para llevar adelante la transformación que el país necesita?
4) ¿Por
qué todavía tiene apoyo el gobierno?
5) ¿Qué
debemos esperar? ¿Por qué causa debemos luchar?
I.- Introducción
Los
encendidos discursos del Presidente Milei en defensa de la libertad individual
y la propiedad privada fueron música para los oídos de empresarios, políticos y
académicos liberales del mundo entero, cansados del estatismo asfixiante y la pesada
burocracia estatal de la social-democracia occidental.
Sus
ideas fueron bien recibidas por las clases altas, medias y bajas de la
República Argentina, castigadas por los altos impuestos y un crónico estancamiento
económico de más de una década. En noviembre de 2023 fue elegido como
Presidente de la nación prometiendo terminar con el estatismo. Su lema: “¡Viva
la libertad, carajo!”.
A
diferencia de otros países de América Latina, en la Argentina la clase media es
amplia mayoría. La nación expresó en las urnas que quería trabajar y producir
en libertad y rechazó la idea del Estado (omni)presente que asfixia la
iniciativa privada. Se abrió un tiempo de esperanza que, a medida que fue
transcurriendo el tiempo, se fue convirtiendo en desencanto para muchos de sus
primeros entusiastas.
Una
parte importante de la sociedad que cree, sin embargo, que los sacrificios de
hoy son necesarios para la prosperidad de mañana. ¿Es necesario aguantar y
persistir o se ha tomado el camino equivocado?
II.- ¿Un plan económico dirigista o liberal?
1) ¿Cómo piensa el equipo económico del gobierno?
El
nuevo gobierno designó un equipo económico de ex funcionarios macristas con
antecedentes intervencionistas y pocas credenciales liberales. Los economistas
del gobierno piensan así:
Si
la inflación está causada por el exceso de pesos de la economía, entonces el
Banco Central puede absorber esos pesos emitiendo títulos de deuda. El Estado
toma los pesos del mercado y promete devolver esos pesos, con un interés, en el
futuro. Para que el mercado entregue sus pesos, la tasa de interés debe ser
atractiva. Si el tipo de cambio se mantiene relativamente estable, entonces ese
interés obtenido en pesos es equivalente a un interés en dólares. Los
operadores financieros venden los dólares y compran pesos, los prestan al
Estado a cambio de una jugosa tasa de interés, y luego cobran los pesos con sus
intereses y los convierten nuevamente a dólares (fuga de divisas), cerrando el
ciclo de acarreo de intereses con cambio de monedas (carry trade).
Piensan
que el plan fracasó durante la gestión de Macri porque se abrió muy
tempranamente el cepo cambiario y porque no se pudo controlar el déficit fiscal.
Por lo tanto, ahora, prueban lo contrario. Si se mantiene el cepo cambiario, entonces
no hay tanta presión sobre el dólar porque está limitada la compra de dólares. Y,
si se controla el déficit fiscal, no hay necesidad de emitir pesos para cubrir
el gasto público. De esta manera, se asegura que el tipo de cambio permanezca
estable y la aspiradora de pesos del carry
trade funcione.
¿Cuáles
fueron, entonces, las medidas económicas principales del gobierno?
2) La (necesaria) devaluación
En
diciembre de 2023 el dólar oficial estaba a $ 380 pesos mientras que el dólar
libre había trepado por encima de los $ 1.000 pesos. Esta brecha de más del
doble desalentaba brutalmente las exportaciones y alentaba en la misma medida
las importaciones y el turismo en el extranjero, para las cuales el Banco
Central debía proporcionar las divisas mediante un sistema de racionamiento.
Como las reservas del banco central estaban agotadas, el nuevo gobierno fijó el
tipo de cambio en $ 800 por dólar (devaluación), haciendo más caras las
importaciones y más atractivas las exportaciones. Se licuaron los pasivos en
pesos convertibles a dólar oficial,
Por
otro lado, el gobierno apretó inicialmente aún más los grilletes del ya cerrado
sistema de racionamiento de importaciones mediante un incremento de los
impuestos a las importaciones y un diferimiento obligatorio de los pagos de
divisas para el comercio exterior a los importadores, que con el paso del
tiempo fue abriendo cada vez más.
El
resultado de la (mega) devaluación del dólar oficial fue la suba, en moneda
nacional, de todos los precios con componente importado, con un fuerte impacto
inflacionario. Pero, ¿por qué subieron también los precios en dólares?
3) La restricción de la oferta monetaria
(deflación)
Para
controlar el efecto inflacionario, el gobierno buscó reducir el excedente monetario
de pesos pagando (altísimas) tasas de interés por los pesos (política
monetaria). Eran tasas nominalmente en pesos, pero realmente en dólares
por el tipo de cambio fijo establecido por el gobierno. Un negocio ruinoso para
las arcas públicas. Para que el carry
trade funcione el gobierno hizo tres cosas:
a)
Mantenimiento del cepo cambiario: Mantuvo
las restricciones para la compra de divisas de las empresas que solicitaban
dólares para girar utilidades o devolver préstamos al exterior (cepo cambiario),
y redujo la presión sobre el Banco Central canjeando las letras de deuda de ese
organismo (LELIQ) por deuda en dólares del tesoro de más largo plazo. De esta
forma, mantuvo un férreo control del tipo de cambio financiero que surge del
dólar Bolsa de Valores o Mercado Electrónico de Pagos (Dólar MEP) y de las
operaciones de bonos de pago contado con liquidación en el extranjero (Dólar
CCL).
b)
Subsidio del tipo de cambio con tasa de interés: Se comprometió a mantener el tipo de cambio oficial fijo
con una devaluación programada (tablita o crawling
peg) del 2% primero y del 1% después, por debajo de la tasa de inflación,
lo que produjo un importante atraso cambiario. Para que el mercado no demande
dólares, intervino en el mercado cambiario ofreciendo pagar por los pesos una elevada tasa de
interés del 40% (y hasta el 80% a comienzos del 2024) anual en dólares. ¿Hay
algún negocio genuino que ofrezca esas tasas?
c)
Aumento de la deuda: Se endeudó lo
máximo que pudo para garantizar el abastecimiento de dólares. En 2024 la deuda
del Estado Nacional creció en aproximadamente US$ 100.000 millones: ¡casi un
20% del PBI! En 2025, además de la deuda doméstica de política monetaria, se
endeudó con el Fondo Monetario Internacional (US$ 20.000 MM) y con otros
organismos multilaterales. El precio a pagar para salvar la reputación del
Fondo fue disimular que se levantaba el cepo cambiario y que se dejaba flotar
la moneda libremente. El cepo se levantó solo para las personas físicas (que
tienen una capacidad de compra muy limitada). La flotación (sucia) entre bandas
que se estableció no impidió que el gobierno intervenga el precio del dólar
mediante emisión de títulos de deuda en pesos (política monetaria) y
operaciones de venta de dólares a futuro.
El
resultado fue la relativa escasez de pesos en relación a los dólares, producida
por la intervención directa del Estado en el mercado de cambios. Los operadores
financieros vendieron sus dólares para comprar pesos y hacer carry trade con la nueva deuda que
contraía el Estado argentino. El dólar pasó a estar artificialmente (muy) barato.
4) El ajuste fiscal y el superávit fiscal primario
El
gobierno de Fernández – Kirchner también había ofrecido tasas altísimas en
pesos. Pero, la emisión de pesos necesaria
para financiar el gasto público hacía insostenible el tipo de cambio. Si no se garantiza
que el tipo de cambio se mantenga estable, el carry trade se desarma. Esos pesos excedentes se traducen en
inflación reprimida. En algún momento los operadores financieros buscan
convertir sus pesos en dólares y ahí ¡boom! Era el problema que teníamos en
diciembre de 2023 con las LELIQ, que eran letras (deuda) del Banco Central
(déficit cuasi-fiscal) que implicaban una explosiva emisión monetaria potencial.
Por
lo tanto, el gobierno aplicó un plan motosierra para bajar drásticamente el
gasto público. Paralizó casi todas las inversiones en obra pública e
infraestructura, redujo las partidas presupuestarias destinadas a salud y
educación, eliminó los subsidios a la energía y al transporte, congeló las
jubilaciones y redujo los salarios públicos y el personal del Estado. Lo único
que se salvó de la motosierra fueron los planes de ayuda social
(¿clientelismo?).
Al
mismo tiempo, aumentó los impuestos (algunos de los cuales luego fue
reduciendo). Por ejemplo: (i) subió los impuestos al uso de divisas en el
exterior (el impuesto PAIS pasó del 7,5% al 17% antes de ser eliminado a fines
de 2024), (ii) los impuestos a los consumos en dólares con tarjetas de crédito
(el dólar tarjeta pasó a estar muy por encima del dólar libre), (iii) incrementó
los derechos de exportación (especialmente del agro), (iv) subió las tarifas de
servicios públicos (electricidad, gas, agua, transporte, salud), y (v) reestableció
el impuesto a las ganancias sobre los salarios de los trabajadores con retención
automática por parte de los empleadores (un impuesto que se había eliminado
durante el gobierno de Fernandez – Kirchner con el voto positivo del diputado
Milei).
De
forma similar a casi todos los gobiernos anteriores, aprobó una moratoria o
perdón tributario destinada a incrementar la recaudación fiscal que preveía reducciones
en el impuesto a los bienes personales y otros impuestos para aquellos que
reconozcan deudas tributarias y acepten pagar en adelante.
La
propaganda oficial dice que el gobierno bajó el gasto público. Es una verdad a
medias. Es cierto que hubo ahorros importantes porque se eliminaron subsidios a
las tarifas de servicios públicos, se redujo la planta de personal del Estado,
se paralizaron las obras públicas y no se actualizaron por inflación (120%
según fuentes oficiales) las partidas presupuestarias para salud, educación y
jubilaciones. Sin embargo, se olvidan de contabilizar que los gastos de
mantenimiento y amortización de infraestructura son necesarios para mantener el
stock de capital de las obras y servicios públicos. Si no se repavimentan las
rutas o mantiene la infraestructura de los hospitales y ferrocarriles, en
realidad no se está ahorrando sino que se está consumiendo capital.
Además,
muchos gastos que antes asumía el Estado, como los gastos en publicidad
oficial, fueron trasladados desde la contabilidad de la Administración Pública
Nacional a las empresas del Estado (YPF, Banco Nación, Aerolíneas Argentinas,
etc.) desde donde se manejan de una forma mucho más opaca y discrecional. El
ahorro del gasto estatal es mucho menor que el que se suele indicar.
De
todas formas, el problema de eliminar o reducir las prestaciones del Estado y
mantener los impuestos es que eso equivale, en la práctica, a un incremento de
la presión tributaria. Se paga en impuestos lo mismo que antes, pero ahora no
se recibe nada a cambio, ni salud ni educación ni servicios públicos
subsidiados. Vayan a Suecia a decir que van a hacer una reforma liberal y el
Estado se desentiende de la salud, la educación, el transporte y las
jubilaciones, pero tienen que seguir pagando impuestos suecos. Eso no es
liberalismo. Es una tomadura de pelo. Somos liberales, pero no nos traten de tontos.
5) El costo financiero directo de subsidiar el tipo
de cambio
Si
se contabiliza el gasto público financiero usado para endeudar (brutalmente) al
Estado y “pisar” el dólar, ha habido un aumento del gasto público y no una
reducción. El gasto financiero es el
gasto más importante del Estado y se ha incrementado exponencialmente,
mucho más que los moderados ahorros en otras áreas del Estado. Para secar la
plaza de pesos con su política monetaria el Estado ha generado un stock de
deuda de más de 200 billones de pesos (el equivalente a US$ 170.000 MM) que va
renovando todo el tiempo y sobre los cuales paga al sector financiero algo
menos del 40% anual (más del 2,5% mensual en promedio). Son US$ 4.675 MM de
intereses. ¡Más de US$ 150 MM por día! (una cuenta que le gusta hacer a
Maslatón). Y más de US$ 55.000 MM por año a tipo de cambio actual, solo de
intereses de política monetaria. La deuda en dólares (usada también para pisar
el tipo de cambio) asciende, por su parte, a más de US$ 250.000 MM
aproximadamente y paga intereses por US$ 10.000 MM anuales. De manera que el
Estado está pagando US$ 65.000 MM por año al sector financiero solo para
subsidiar el tipo de cambio. Si estimamos que la Argentina tiene un PBI de US$
600.000 MM, entonces a este tipo de cambio el déficit (financiero) es de más
del 10% del PBI (Graziano).
Para
tener una idea de proporciones, la Argentina tiene un gasto público de alrededor
del 40% - 50% del PBI. Son US$ 250.000 MM aproximadamente, de los cuales la
mitad es gasto del Estado Nacional y la otra mitad de los estados provinciales.
De los US$ 125.000 MM que normalmente gasta el Estado Nacional, se gastan en
administración de justicia US$ 2.000 MM, en defensa y seguridad US$ 5.000 MM,
administración general del Estado US$ 5.000 MM, educación US$ 5.000 MM, salud
US$ 15.000 MM, subsidios a la energía y transporte US$ 5.000 MM cada uno. El
gasto más importante son las jubilaciones y el sistema de previsión social: US$
55.000 MM.
Si
el Estado Nacional redujo todos los gastos ordinarios del Estado, ¿a dónde van
todos los impuestos entonces? Todos a subsidiar el tipo de cambio. ¡Viva la
patria financiera, carajo! La mitad del presupuesto nacional es el costo financiero
(oculto) de subsidiar el dólar.
Del
costo económico nos ocupamos debajo.
IV.- Las consecuencias económicas del programa “libertario”
1) Los efectos de la sobrevaluación del tipo de
cambio sobre la economía real
Keynes
adquirió notoriedad pública con su ensayo sobre “Las consecuencias económicas
de la paz” (1919), en el que analizaba la insostenibilidad de las condiciones
económicas impuestas a Alemania en la paz de Versalles luego de la primera
guerra mundial y los peligros que representaban. En otro famoso ensayo titulado
“Las consecuencias económicas de Mr. Churchill” (1925) explica los problemas de
la sobrevaluación de la libra esterlina:
“La política de mejorar el valor cambiario de
la libra esterlina hasta su valor en oro de preguerra, desde un 10% inferior,
significa que, siempre que vendamos algo al extranjero, el comprador extranjero
debe pagar un 10% más en su moneda o nosotros debemos aceptar un 10% menos en
la nuestra. Es decir, debemos reducir nuestros precios en libras esterlinas, ya
sea para el carbón, el hierro, los fletes marítimos o lo que sea, en un 10%
para mantenernos competitivos, a menos que los precios suban en otros mercados.
Por lo tanto, la política de mejorar el tipo de cambio en un 10% implica una
reducción del 10% en los ingresos en libras esterlinas de nuestras industrias
exportadoras.
Ahora bien, si estas industrias
descubrieran que sus gastos en salarios, transporte, tarifas y demás
disminuyeran un 10% al mismo tiempo, podrían permitirse recortar sus precios y
no estarían en peor situación que antes. Pero, por supuesto, esto no sucede.
Dado que utilizan, y sus empleados consumen, todo tipo de artículos de
producción nacional, les resulta imposible reducir sus precios en un 10%, a
menos que los salarios y gastos en las industrias nacionales en general hayan
disminuido un 10%. Mientras tanto, las industrias exportadoras más débiles se
encuentran en bancarrota. A falta de una caída en el valor del oro, nada puede
recuperar su posición excepto una caída general de todos los precios y salarios
internos. Así, la política del Sr. Churchill de mejorar el tipo de cambio en un
10% fue, tarde o temprano, una política de reducción de los salarios de todos.”
El
tipo de cambio indica la relación entre el valor de los activos locales y los
activos del exterior. El efecto de la sobrevaluación del peso es que los
precios, expresados en pesos, de todos los activos argentinos quedan
excesivamente caros internacionalmente (en relación al dólar). Un café de $
4.000 pesos son US$ 2 a un tipo de cambio de dos mil y US$ 4 a un tipo de
cambio de mil. La sobrevaluación cambiaria detiene la inflación en pesos, pero
al costo de producir un aumento desmesurado de los precios medidos en dólares,
que deberán readecuarse. El costo de vida se dispara a niveles insostenibles.
La Argentina se vuelve cara y ninguna actividad productiva es negocio en el
país. Hay que cerrar las tranqueras de los campos y las puertas de las fábricas
para dedicarse a la importación y los servicios (financieros)… mientras duren
los dólares del gobierno.
Si
se aprecia la moneda local, se alientan las importaciones mientras sufren los
exportadores que tienen que pagar costos más altos en moneda internacional.
Pero, con menos exportaciones (o ingresos genuinos de capital) hay menos
divisas para importar. Entonces, el
Estado pone la diferencia con sus reservas (déficit de balanza de pagos). Los
sectores vinculados a la exportación pierden rentabilidad, despiden personal,
entran en crisis. Los sectores dedicados al comercio interno también enfrentan
una suba de sus costos y pierden contra la competencia extranjera. Los recursos
humanos y el capital ya no pueden asignarse a los proyectos que han dejado de
ser rentables. Hay despidos, quiebras de empresas, desocupación. La recesión
genera, finalmente, la baja de los costos internos hasta volver a equilibrar el
valor de los activos locales con los extranjeros. Un proceso largo, doloroso,
ineficiente e inútil.
La
situación se agrava aún más si el Estado desalienta la inversión y absorbe todo
el ahorro público con altas tasas de interés en concepto de política monetaria.
Es imposible acceder al crédito a tasas razonables o conseguir capital para un
emprendimiento productivo cuando el Estado paga el equivalente al 40% anual en
dólares (una cifra que durante un tiempo fue del 80%).
Para
que los precios bajen (deflación), el gobierno busca desregular la economía,
abrir las importaciones y flexibilizar el mercado laboral. Esa es la tarea del
Ministro Sturzenegger. Iguales medidas que las que intentó el gobierno de la Rúa en
2001. “Blindaje” del FMI, flexibilización laboral, recortes del gasto público,
apertura económica y desregulación para mejorar la competitividad de la
economía. Son reformas buenas per se.
Pero, en un contexto de sobrevaluación cambiaria y deflación inducida por el
Estado eso nunca alcanza. Los precios y salarios son inflexibles a la baja. La
economía real se destruye. Peor todavía, si para mantener “pisado” el dólar sin
dañar el equilibrio fiscal se suben impuestos a la producción, como hizo de la
Rúa y como hizo este gobierno.
A
una conclusión similar llega von Mises cuando explica en su tratado de economía
“La Acción Humana” (1949) que “Los ejemplos más conspicuos de este tipo de
intervencionismos los brinda Gran Bretaña al finalizar las guerras napoleónicas
y, otra vez, después de la Primera Guerra Mundial. En ambos casos, los
gobernantes ingleses, concluidas las hostilidades, mediante una política
deflacionaria, pretendieron volver a la paridad que la libra esterlina tenía
respecto al oro antes del conflicto… Las autoridades inglesas fueron víctimas
del error de suponer que los daños de la inflación podían compensarse mediante
la deflación… Se vieron favorecidos los acreedores, y en especial los
tenedores de deuda pública, a costa de los contribuyentes.”
Podemos
ver que en este punto no hay oposición entre ortodoxos y heterodoxos, entre
liberales clásicos y keynesianos: sobrevaluar la moneda local es un crimen de
lesa economía: es lisa y llanamente mala
praxis. Cualquier parecido con la realidad argentina es pura coincidencia. Ya
lo vivimos con Martinez de Hoz (1979 - 1981) y con Menem, Cavallo y de la Rúa (1992-2001).
Cavallo se dio cuenta del problema en su momento y quiso devaluar con una
canasta de monedas. Pero ya era tarde. Con Macri (2016-18) sucedió lo mismo. De
poco sirve desregular los precios de los peluqueros, de los chocolates o de los
celulares si se mantiene un control soviético sobre el tipo de cambio y la tasa
de interés, que son –como dice Conesa- los precios más importantes de la macroeconomía.
Son cada vez más los economistas que alertan sobre los problemas de la
sobrevaluación cambiaria (Conesa, Cavallo, Terragno, Rodríguez, Cachanosky, Fernández,
Nogués, Speroni, Pitté Fletcher, Maslatón, Cottani, etc.)
2) La grieta entre los liberales de la economía
real y los liberales - financieros
Hay
una grieta insalvable entre los liberales de la producción y la economía real (¿liberales
desarrollistas?) y los “liberales – financieros”. Estos últimos no son verdaderos
liberales. Defienden a los proveedores financieros del Estado que abogan por la
libertad para llevarse el capital que le sacan al Estado. No tienen empacho en
pedir que se paralicen las obras públicas o que se pague miserias a maestros,
médicos, jubilados, jueces y personal civil de la nación porque “hay que bajar
el gasto público”. Tampoco se ponen colorados si hay que pedir que suban los
impuestos al campo o las tarifas de servicios públicos a la clase media “porque
hay que equilibrar las cuentas públicas”. El Estado puede defaultear todas sus obligaciones con la sociedad: obras y
servicios públicos, salud, educación, jubilaciones, etc. Todo, con tal que haya
suficientes recursos para pagar la deuda que ellos mismos proveen al Estado a
tasas usurarias que avergonzarían al mismo Shylock del “Mercader de Venecia”,
además, exentas de impuesto a las ganancias. Si eso es el liberalismo, entonces
tienen razón los que dicen que el liberalismo es pecado.
¿Cuántos
hospitales, escuelas, caminos, ferrocarriles podrían haberse hecho con la plata
que se destina hoy a financiar el carry
trade? Con la obra pública, los políticos roban, no hay duda. Pero, por lo
menos, algo queda. Del gasto financiero no queda ni el olor. Desde este punto
de vista, tienen razón los anti-liberales que se quejan de la “fuga de
capitales”. El problema no es que los inversores genuinos se lleven sus dólares
o repatríen sus inversiones. El problema es que se roban los recursos de los contribuyentes
luego de saquear al Estado con el carry
trade. A los “liberales - financieros” eso no les parece mal, como no
tampoco les pareció mal aprovechar y pagar puntillosamente las escandalosas
operaciones de dólar futuro que usó el kirchnerismo para subsidiar el dólar
antes del triunfo de Macri en 2015. Su mentalidad está preparada para ganar
plata, no para pensar en el bien común. Para ellos, las deudas (financieras)
son las únicas que hay que cumplir a rajatabla, aunque se trate de una mega
estafa al Estado.
El
(ultra-liberal) premio nobel de economía James Buchanan, decía que hay deudas y
deudas. La deuda pública que no se contrae para hacer obras duraderas (intergeneracionales)
es inmoral porque carga a las generaciones futuras el peso de una deuda en la
que no tienen voz ni parte y cuyos beneficios nunca verán. Era lo mismo que
decía Milei antes de ser Presidente. Hoy, estaría en el grupo de los
“liber-tarados”, igual que su anterior ídolo intelectual, el anarquista
capitalista Hoppe, y tantos otros que son hoy críticos de sus políticas de
gobierno.
Todo
el campo, la industria nacional y la clase media pagando la fiesta de la patria
financiera. Quousque tandem abutere,
Catilina, patientia nostra? ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra
paciencia?
V.- ¿El liberalismo político es parte del problema?
1) La organización política liberal del Estado argentino
El
liberalismo político es esencialmente gobierno limitado. Tiene sus raíces en la
república romana, la Carta Magna de 1215, los fueros y estatutos medievales, la
carta de derechos inglesa de 1688, la Declaración de Independencia de los EEUU
de 1776 y la Constitución de Filadelfia de 1787, la Declaración de Derechos del
Hombre de 1791 con la Revolución Francesa y la constitución de Cádiz de 1812.
En
la Argentina se plasmó con la Constitución liberal de 1853 – 60 que estableció
una república representativa y federal con división de poderes, declaraciones
de derechos y garantías, estados provinciales y municipios con autonomía
(federalismo) y un sistema económico y rentístico liberal. La Revolución de
Estados Unidos se organizó bajo el lema “no
taxation without representation”. La corona no puede establecer impuestos,
al té ni de ninguna otra clase, sin representación de las colonias en el
Parlamento inglés. Por eso, tanto en EEUU como en Argentina el Poder Ejecutivo
no puede establecer impuestos. Solamente son lícitos los impuestos si son
establecidos por una ley del Congreso. Es uno de los principios más elementales
de la división de poderes.
Nuestra
Constitución establece, en este sentido, en el art. 75 que: “Corresponde al
Congreso: 1) Legislar en materia aduanera. Establecer los derechos de
importación y exportación... 2) Imponer contribuciones indirectas como facultad
concurrente con las provincias. Imponer contribuciones directas, por tiempo
determinado… 4) Contraer empréstitos sobre el crédito de la Nación… 7) Arreglar
el pago de la deuda interior y exterior de la Nación.”
Para
evitar cualquier tipo de dudas, la constitución argentina agrega un artículo
que la Constitución de EEUU no tiene y que surge de su propia experiencia
histórica: “Art. 29.- El Congreso no
puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los
gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder
público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o
las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna.
Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a
los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los
infames traidores a la patria.”
2) El hiper-presidencialismo tributario de facto
A
pesar del texto expreso de la Constitución Nacional, en Argentina el Presidente
concentra un poder casi absoluto en materia tributaria y rentística. El Ministro
de Economía establece y modifica a
piacere los derechos de exportación y los aranceles de importación.
El
presidente del Banco Central, designado
provisoriamente en comisión por el Presidente -sin el acuerdo del Senado que
exige su Carta Orgánica- establece mediante la obligación de liquidar divisas
el tipo de cambio que reconocerá a los exportadores por los dólares que reciban
en pago por sus mercaderías. Puede ser el que fije oficialmente según su
parecer, un mix con el financiero (blend)
o cualquier tipo de cambio que se le cante. Y, en qué plazos deben depositarlos
en el Banco Central. Una confiscación lisa y llana.
El
titular de la Agencia de Recaudación designado por el Ministro de Economía, por
su parte, establece discrecionalmente retenciones, anticipos y percepciones de
impuestos por medio de resoluciones que, en la práctica, operan como impuestos
creados ex novo por el funcionario.
El Presidente también establece por decreto exenciones a los impuestos
generales creados por el Congreso y las elimina, lo que en la práctica equivale
a aplicarlos discrecionalmente.
Puede
asumir facultades legislativas en caso de emergencia con el aval de una sola
cámara del Congreso. Si ambas cámaras no rechazan un Decreto de Necesidad y
Urgencia (DNU), se mantiene vigente dice la inconstitucional ley que reglamenta
los DNU.
Todo
eso es absolutamente inconstitucional y contrario al liberalismo político y
tiene larga data. No es de este gobierno. Era esperable que un gobierno
genuinamente liberal lo revirtiera. ¿Lo hizo?
3) El abuso del poder tributario
El
Presidente mantuvo todos esos privilegios anti-liberales, anti-republicanos e
inconstitucionales. En el Congreso estaba la (¿maldita?) casta. ¿Usó entonces
esas facultades tributarias de facto
para eliminar impuestos y darle más libertad a la población?
Aunque
parezca mentira, no. Las uso principalmente para ¡subir impuestos y contraer deuda! Sí, subió los derechos de
exportación y demás impuestos por simple resolución ministerial. (Cristina
Kirchner fue más republicana cuando sometió al Congreso el incremento de los
derechos de exportación al campo de la Resolución 125/2008). La deuda interna
la contrae directamente el Banco Central o el Tesoro, y la deuda con el FMI se
aprobó por DNU, omitiendo olímpicamente su aprobación por el Congreso, que es
lo que corresponde por la Constitución (un procedimiento que, sin embargo, cumplió
el anti-republicano gobierno kirchnerista). El gobierno ha usado su poder para amenazar
empresarios con cambios discrecionales de políticas impositivas si no liquidan
divisas o no proceden como el gobierno espera.
Como
si todo eso fuera poco, el gobierno libertario administra los recursos públicos
sin que el Congreso haya aprobado una ley de presupuesto, que es la ley de
leyes, decía Alberdi. Según nuestra constitución, el Congreso establece los
gastos y los impuestos con los que se financiarán esos gastos (art. 75 inc 8),
y el Poder Ejecutivo solo los ejecuta (administra). En EEUU, sin presupuesto,
el gobierno se paraliza. En Argentina, no tener presupuesto es un cheque en
blanco que le permite al Presidente disponer de los recursos públicos, como si
fuera un emperador.
Recién
a comienzos de 2025, y luego de haber contraído una deuda de US$ 20.000 MM con
el FMI, el gobierno se dispuso a bajar algunas de las “retenciones” que antes
había subido y a facilitar las importaciones de algunas mercancías reduciendo
aranceles de industrias “protegidas”. Pero, la verdadera “protección” no está
en los aranceles sino en las medidas anti-dumping
que dependen de la Secretaría de Comercio.
4) El liberalismo político y el ejercicio del poder
presidencial
Al
principio el gobierno formó equipo con algunos liberales que no tardaron en ser
desplazados por la casta más rancia (¿y corrupta?) de la Argentina. Empresarios
y políticos siniestros que hasta ayer nomás eran kirchneristas furiosos y
advenedizos de todo tipo han desplazado a la gente proba del Estado y lo ha
colonizado con militantes fanáticos, inútiles e inescrupulosos de todos los
colores. Sí, es así aunque usted no lo crea. Solo hay que rascar un poco debajo
de la superficie. Ejemplos sobran. Todos nuevos conversos a la Fe libertaria.
Por supuesto, también hay gente buena en el gobierno. Son minoría. En esto, el
kirchnerismo era similar. Pero, esto no es una competencia entre Frankestein y
Drácula para ver quien es peor.
Apenas
asumió, el Presidente pretendió hacer reformas (¿liberales?) por decreto
apelando a una situación de emergencia que hacía imposible pasar por el
Congreso. Lamentablemente, el DNU 70/23 estaba plagado de defectos legales y no
contenía muchas reformas estructurales. No era ni la sombra del Decreto 2284/91
que permitió hacer las reformas liberales en los 90’. ¿Era realmente una
emergencia pública que no podía seguir el trámite ordinario de las leyes
convertir los clubes de fútbol en sociedades anónimas o eliminar toda mención a
la moral y las buenas costumbres del Código Civil? Finalmente, solicitó al
Congreso la aprobación de la “Ley Bases”, que declara la emergencia pública y
delega facultades al Poder Ejecutivo (art. 76 CN) por un año para reformar el
Estado y privatizar empresas públicas. Pero, hasta ahora, muy poco se ha hecho.
Eliminación de multas por empleo no registrado, reforma de la ley de alquileres,
despidos (¿arbitrarios?) de personal estatal, reorganización de dependencias
administrativas (típicas de cualquier gobierno nuevo) y casi nada más. Pese a
los múltiples anuncios, no se han privatizado empresas públicas ni se ha tocado
la casta sindical. Tampoco se ha reformado el sistema laboral, el sistema
tributario ni el (soviético) control de cambios ni se ha alivianado el peso del
Estado para la enorme mayoría de las actividades económicas. Mucho ruido y
pocas nueces.
Lo
más destacable es, quizás, que creó un régimen de incentivos fiscales para las
grandes inversiones (RIGI) que sean aprobadas por el Poder Ejecutivo. Tal y
como fue aprobado no solamente es fuente (potencial) de corrupción, sino que
representa una desigualdad ante la ley que favorece a los poderosos y deja en
desventaja a los emprendedores, a los pequeños y medianos empresarios. En la
Cuba de Fidel Castro los grandes inversores de las cadenas hoteleras para el
turismo internacional también tenían un trato especial. El problema no son los
inversores extranjeros sino la falta de libertades económicas de la población
local.
Finalmente,
el Presidente aprovechó el receso del Senado para nombrar por decreto dos
jueces (de un total de cinco) en la Corte Suprema, empleando un subterfugio
legal para saltear el acuerdo del Senado que exige la constitución. ¿Imaginan
si esto lo hubiera hecho el gobierno kirchnerista? La doble vara nuevamente.
A
los pseudo “liberales – financieros” siempre les importaron un comino las
instituciones republicanas de gobierno. Madison decía que “si los hombres
fueran ángeles, no harían falta los gobiernos”. Ni las constituciones. Los
libertarios del gobierno creen que son los representantes en la tierra de “las
fuerzas del cielo”. No creen en la República. Creen en un mesías, un salvador
que reclama el poder absoluto. Pero, no es como los demás: va a usar la suma
del poder público para luchar contra la casta y hacer el bien. ¡Que raro! Nunca
antes habíamos escuchado ese argumento de un dictador…
5) ¿Las formas atentan contra la libertad de
expresión?
Lord
Acton decía que “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Pero, parece que los liberales que
defienden el gobierno limitado también son “libertarados”,
según la expresión del Presidente. El liberalismo es poder absoluto y
obediencia al líder supremo nos dicen los profetas del odio que se
autodenominan “las fuerzas del cielo” y comandan las camisas pardas digitales
del siglo 21. Son los mazorqueros del nuevo Restaurador Supremo de la Libertad
(todos pagados con fondos públicos). Vienen a destruir a los “kukas”, pero los
tienen gobernando. No están por ideología. Son simplemente inescrupulosos. Los
libertarios se convirtieron en (o siempre fueron) lo que decían que venían a
combatir. El poder muestra la verdadera naturaleza de las personas. Lo
importante no son las formalidades republicanas sino el contenido. ¡Viva la
revolución! Lo del gobierno limitado era para los demás. No para nosotros que
somos los “buenos”. No sean “ñoños republicanos”, dice el Presidente.
Para
el liberalismo (político) “los contenidos son las formas” (Zanotti). Las
injurias que se profesan desde el atril presidencial contra la prensa y contra
todo aquel que exprese la más mínima disidencia no son solo mala educación. Son
una amenaza directa a la libertad de expresión en un país donde el Presidente es
amo y señor de las fortunas de los argentinos. Por ejemplo, recientemente el
Presidente eliminó la exención de IVA para la prensa (independiente), el nuevo
enemigo público. Las injurias (insultos) están castigadas en nuestro derecho
como delito penal y civil, justamente, para preservar la paz social y la vida
civilizada. El honor de los argentinos no puede quedar a merced de gobierno o
persona alguna. Aquellos que los formulan o consienten se convierten en infames
traidores a la patria (art. 29 CN).
VI.- Conclusión
1) El descalabro económico no tiene ideología
El
plan económico del gobierno no es solo anti-liberal. Es lisa y llanamente mala praxis económica ejecutada por
financistas que solo saben cómo ganar plata y que jamás han estudiado las
causas de la riqueza de las naciones. El saqueo a las arcas del Estado bajo las
reglas de juego de los “liberales - financieros” es gigantesco. Se ha
reemplazado la casta de los contratistas de obra pública por la casta
financiera. Se ha dejado de subsidiar las tarifas de electricidad, energía,
transporte y obras públicas para subsidiar a los proveedores de deuda estatal. Una
economía de casino y timba. Un enorme esquema Ponzi de carry trade. La economía real, que venía ya muy castigada, está
siendo demolida hasta sus cimientos. Si esto es “liberalismo”, entonces:
¡Liberalismo. Nunca más!
La
crisis de la economía real es brutal y será cada vez mayor. La similitud con el
2001 será cada vez más notable. En 1999 Brasil –nuestro principal socio
comercial- devaluó su moneda y con eso hizo insostenible la sobrevaluación
cambiaria de la convertibilidad que se sostuvo contra viento y marea y terminó
(inevitablemente) volando por los aires dos años después. En 2024 Brasil volvió
a devaluar fuertemente su moneda. ¿Cuánto aguantará la sobrevaluación cambiaria
esta vez?
2) ¿La crisis requiere delegar más poder en el Ejecutivo?
La
razón de la crisis es el poder omnímodo y discrecional del Estado que este
gobierno se ha encargado de agrandar y exaltar. La crisis que estamos viviendo
y lo que vendrá es 100% generada por el Estado. Nada de esto ocurriría si las
autoridades del Banco Central y del Ministerio de Economía tuvieran las manos
atadas. El carry trade y la deuda son
el cáncer de la Argentina. Sin deuda externa o interna no hay sobrevaluación
cambiaria posible. El Poder Ejecutivo y sus ministros no pueden establecer
impuestos por vía de tipo de cambio, derechos de exportación e importación o
resoluciones de la autoridad fiscal, ni endeudarse en miles de millones de
dólares sin ley del Congreso. ¿Quién invierte seriamente con tanta
aleatoriedad? Si se cumple la Constitución, en pocos años tenemos otro país.
Teléfono para el Poder Judicial.
El
liberalismo no es literatura de ciencia ficción para discutir en una torre de
marfil y recitar frases hechas. La libertad no es un premio que nos concede el
líder al final del camino, una vez que haya curado todos los males sociales con
dirigismo estatal, como si fuera la frutilla del postre (José Benegas). Marx y
Engles también odiaban al Estado y eran anarquistas de largo plazo. Pero, mientras
tanto, los soviets y la dictadura del
proletariado. Para los liberales de verdad, la libertad bien entendida, es el camino,
no la meta. Hay una grieta insalvable entre el liberalismo clásico y los (pesudo)
libertarios, entre los liberales de la economía real y del gobierno limitado
(liberales políticos) y los (pseudo) “liberales – financieros”.
3) ¿Está capacitado Milei para llevar adelante la
transformación que el país necesita?
El
Poder Ejecutivo en nuestro sistema constitucional es unipersonal. El Presidente
tiene una patología (¿psiquiátrica?) que
afecta su capacidad de relacionarse con las personas y de trabajar
ordenadamente. Es evidente para todo el mundo que tiene su afectividad dañada.
La población lo votó porque proponía un cambio radical frente a un estatismo
asfixiante. Eligió un Presidente que prometía eliminar desde el día uno todas
las “retenciones” al campo (“las retenciones, afuera! ¿Todas? Sí, todas!”), bajar
los impuestos drásticamente (“los impuestos son un robo”), eliminar la deuda
estatal (“la deuda es inmoral”) y cerrar el Banco Central (fuente de infinita
corrupción). Pero, Milei no era más que un panelista de TV, un fenómeno extravagante
que se había aprendido de memoria el libreto libertario pero no lo había
internalizado. Nunca administró nada en su vida. Ni siquiera pudo escribir
artículos periodísticos o libros sin hacer plagio. Cuando salió (¿milagrosamente?)
electo y se enfrentó al paciente tendido sobre la camilla, listo para la
operación de cirugía mayor, no sabía qué hacer. Y, entonces lo llamó a Caputo.
Y Caputo hizo finanzas, que es lo que él sabe hacer.
El
Presidente se dedicó, entonces, a hablar con su perro en el más allá y a ser
panelista, dando discursos libertarios por el mundo, mientras gobiernan otros. La
política no le interesa. Es como novela de Robert Stevenson “El extraño caso
del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” en la que el protagonista sufre un trastorno
psiquiátrico disociativo de la personalidad (trastorno de personalidades
múltiples). En la misma persona conviven el afable científico Dr. Henry Jekyll
y el criminal Edward Hyde. Milei se cree que merece el Premio Nobel y que está
llevando adelante una revolución libertaria que está cambiando el mundo. En
cualquier momento, lo nombra a su perro “Conan” senador honoris causae, como -según Suetonio- quería hacer Calígula con su
caballo “Incitiatus”. Mr. Hyde son Santiago Caputo (“el monje negro”) y su
hermana (“el jefe”), que administran el poder con las mismas artes y vicios que
los más oscuros operadores (¿y corruptos?) políticos. Es un trastorno triple de
la personalidad. El “triángulo de hierro”. Los demás son meros oportunistas.
4) ¿Por qué todavía tiene apoyo el gobierno?
Algunos
acompañan porque no quieren ver. Creen en los discursos de los políticos, que
es como creer en las hadas. “¡Libertad, Cuántos crímenes se han cometido en tu
nombre!” (Madame Roland). Los hombres (de Estado) hablan por sus actos, no por
sus discursos. Todos los tiranos de la historia han invocado siempre ideales
nobles. Pero, las políticas de gobierno se juzgan por sus resultados, no por
sus intenciones (Friedman).
Otros,
apoyan por ignorancia. No saben economía ni derecho político y constitucional. Son
como los familiares de un paciente grave a los que no les queda más remedio que
escuchar lo que dice el médico a cargo y ser optimistas, aunque sean todas
mentiras para cubrir la mala praxis.
Un
grupo importante está por plata y negocios. Los grandes empresarios –en un país
donde el Ministro de Economía puede hacer rico o fundir a cualquier empresa con
una simple disposición administrativa- siempre aplaudieron al poder. Siempre lo
han hecho y siempre lo harán. Antes de ayer eran kirchneristas rabiosos, ayer
macristas convencidos y hoy mileistas enardecidos. Mañana serán los primeros en
cantar a voz en cuello la olvidada frase del himno nacional “Se levanta a la faz de la tierra una nueva y
gloriosa Nación, coronada su sien de laureles, y a su planta rendido un León”.
Nada nuevo hay bajo el sol.
Y,
otros, finalmente, apoyan por ambición de poder o por simple vanidad. ¡Vanidad
de vanidades, todo es vanidad! ¡Qué bien conocía Tolkien la naturaleza humana!
¡Qué difícil es resistir el poder del anillo! (“El señor de los anillos”).
5) ¿Qué debemos esperar? ¿Por qué causa debemos
luchar?
Al
final, por la plata baila el mono. “Follow
the money”, dicen en inglés. Estamos
hablando de un negocio de (por lo menos) US$ 60.000 MM por año que administra
discrecionalmente el Ministro de Economía, que equivalente más o menos a la
mitad del monto del presupuesto anual para gastos ordinarios del Estado
Nacional. ¡Es mucha plata! Mientras haya dólares para sacarle al Estado,
sostendrán al Presidente como sea. Pero, cuando estalle el esquema Ponzi del carry trade habrá que estar preparado
para reconstruir la Argentina. El default
de la deuda pública será tan inevitable como necesario.
Las
masas culparán (equivocadamente) del desastre a la reforma del Estado, la
apertura económica, la desregulación de la economía, la flexibilización laboral
en lugar de responsabilizar al verdadero causante de la crisis que es el subsidio
estatal al tipo de cambio y al sector financiero. Todos los últimos intentos de
hacer reformas liberales en la Argentina han fracasado por lo mismo.
Se
necesitará un líder equilibrado que sepa pacificar y construir consensos y que
aplique las ideas del libre mercado sin descuidar las empresas ni los
trabajadores sobrevaluando el tipo de cambio, porque detrás de las planillas excel
hay gente de verdad, de carne y hueso, familias enteras que no deben
sacrificarse en el altar de la “plata dulce” y la timba financiera. La
Argentina necesita un “liberalismo desarrollista” que preste atención a la
economía real y aliente el trabajo productivo. Un liberalismo de “escuela
nacional” cuyo lema sea nunca más deuda, nunca más populismo cambiario, nunca
más “salvadores” de la patria.
Solo
necesitamos que se respete la Constitución Nacional.